No es fácil describir a Hoodoo en dos palabras. Nuestro exclusivo afro-nipón (¿conoceis algún otro?) ha soportado una difícil vida de lujo y comodidades desde que vino al mundo en Osaka bajo el signo del Panda Ebrio. Pudo ser mandamás de la multicolor y letal organización yakuza Flor de Loto, pero prefirió amputarse un dedo por una discutible cuestión de honor relacionada con su difunto abuelo. Su abuelo, su alma gemela, su gurú espiritual que acostumbra a enviarle mensajes cifrados desde el más allá o el más acá, esto no está claro. Si pruebas a Hoodoo, te sabrá a Nigori y a Chop Suey sazonado con bambú en primavera, con un pequeño toque de ácido lisérgico y ginebra de importación, mezclado con nuevos pasos de baile, agitado con un sable láser y servido con una patada de kárate en la frente. Su encefalograma es un imposible test de Rorschach en el que unos ven pureza y equilibrio y otros a un anacrónico Jedi setentero con la mente disociada en busca de la inmortalidad. Imposible resistirse a este moderno caballero andante que reparte justicia y LSD al ritmo de música disco y versos del Tao.Que la Fuerza le acompañe.
17.12.09
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